Kenia Martín Padilla
Reseña publicada en la revista digital de la Academia Canaria de la Lengua. 2016. Reseñas, n. 8ALMARIO es como un suspiro: se exhala a sí mismo y vuela como una pompa de jabón. Posee la brevedad, la intensidad y la ligereza de un suspiro que sale directamente del alma; con una fuerza que es, a un tiempo, delicada y explosiva. En él, su autora transmite la calidad de lo excelente: ella tiene la palabra justa y el sabor preciso. Su poesía no tiene más ambición que ser sincera. Por eso se trata de una poesía pura, hecha con la sensibilidad de lo sencillo. Su pena es una confesión apagada; su dolor es un llanto contenido. Un suspiro que se exhala a sí mismo y vuela como una pompa de jabón.
Dijo Bécquer en su Rima XXXVIII:
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
Estos versos sintetizan a la perfección la energía que transmite el poemario. Las reminiscencias románticas y el sentir de la poesía pura se diluyen entre sus páginas. La poesía de ALMARIO es una poesía del aire. En ella los versos vuelan y se mecen en el viento. Por eso se cuelan entre las líneas pájaros, aves y mariposas, como cantan estos versos (pp. 18, 22 y 29):
Primero fueron los carmesíes;
luego, tus manos en mi cintura
rompiendo el azul.
Hoy me he sentado a descansar la soledad
y me han nacido violetas
los pájaros de la boca.
Me descubro en tus ojos
y veo la vida morir
en el vuelo de las aves.
[…]
Recordar que el dolor
no se va si no se olvida.
Y no olvidarte.
Ser mariposa atada a tu ceniza.
Esta condición de aire, que nace en el signo zodiacal de Covadonga García Fierro, la vuelve antítesis: ella une la alegría al llanto con total naturalidad; o el amor a la muerte, como refleja el poema de la página 23:
Cada tarde nos entregamos
a la costumbre de amarnos.
Cada tarde el amor y la muerte
ocultaban su rostro en el abrazo.
No obstante, su poesía es también una poesía del mar. Los ecos de la realidad isleña aparecen en poemas como (pp. 25, 33 y 36):
Por las veces que reprimo el llanto,
viene con su caricia
el mar hasta mis pies.
[…]
No hicieron falta
la piel de los árboles
ni la caligrafía caprichosa de la arena.
[…]
Naces en la letanía angustiosa de una tinta imborrable.
El mar me escucha.
[…]
Pero, sobre todo, es una poesía de lluvia (pp. 28 y 39):
[…]
Los sueños empañan la lluvia
del azul de tu boca.
He llorado más que la lluvia
con sus ruidosas lágrimas suicidas.
[…]
El aire, el mar y la lluvia hacen que el sentir de ALMARIO sea como una especie de ciclo del agua, donde los sentimientos se evaporan con el mar, flotan hacia el cielo y, una vez condensados en la inmensidad de las nubes, se derraman en una fina lluvia que es llanto, pocas veces tormenta (Voz de pájaro,/ mi pequeña tormenta,/ el amor contigo es un placer insoportable, escribe la autora en la página 14) y, siempre, nostalgia. Es un llanto macerado, fruto de un proceso al que nunca le queda un ápice de ira. En sus versos no hay restos de pasión o impulsos, sino un dolor callado y una ausencia asumida, devorada, rumiada y digerida, que se esparce sosegadamente sobre el papel. De este modo, en ALMARIO se conjugan la nostalgia y el abrazo. Los abrazos que Covadonga García Fierro dibuja en sus versos son como los de su cuerpo: apenas una caricia suave, con la delicadeza de la bailarina y la elegancia de lo exacto.
Pero su tristeza no es desesperanza; la delicadeza y el sosiego no son debilidad, sino fortaleza. No son símbolo de redención, sino de lucha. Así lo reflejan estos versos (p. 16):
Aunque la almohada duela a ti
aprenderé a despertar,
a no buscar a mi lado
tu respiración dormida.
La poesía de Covadonga García Fierro camina hacia adelante. Es un lamento que se sobrepone y mira al futuro. Su mirada es la de un corazón hedonista que se recrea en lo que canta. Esto es lo que justifica que la sinestesia sea una constante en el poemario: en sus versos se conjugan el amor con lo plástico, lo visual con lo táctil y el aroma con la música. Así, en ALMARIO hay poesía para todos: este libro no es otra cosa que un alma que abre sus puertas de par en par y se nos ofrece, para que escojamos en él la prenda deseada.