Entrevista a Amelia Valcárcel

Covadonga García Fierro

Amelia Valcárcel: “El futuro del feminismo depende del futuro de la democracia

Amelia Valcárcel es una de las mujeres con mayor presencia que he conocido. El aplomo de su mirada lo inunda todo. Ha sido un placer escucharla de viva voz, y compartir con ella un té, el paseo por Santa Cruz y algunas confidencias. Desde aquí le transmito mi más sincero agradecimiento.

El feminismo es un tema todavía polémico, a pesar de la tradición con la que cuenta, y esto se debe en gran parte a que ha sido un tema malinterpretado en ocasiones. Sentemos las bases de la entrevista: ¿Qué entiende Amelia Valcárcel por feminismo?

Es la elección política y moral de la modernidad y de occidente que se fundamenta en que ninguna persona debe ser excluida de ningún bien ni de ningún derecho a causa de su sexo.

En la obra  Sexo y filosofía. Sobre “mujer” y “poder” (1991), afirma: “la misoginia […] es sacra y constitutiva de la cultura, no ha pasado de moda nunca y tiene cultivadores clásicos”. ¿Qué papel han desempeñado la religión y la escritura en el feminismo?

El descubrimiento de la escritura es algo muy asombroso, pero la modernidad tiene una relación con la escritura muy compleja. Tenemos una gran cultura de la que venimos, la griega, que deja obras sobresalientes. Pero tenemos otra tradición, la judía, donde la escritura supone un testimonio de Dios, invariable. Algunas religiones, al nacer, han supuesto un cambio, es cierto, pero luego tratan de conservar ese estado de las sociedades y las conciencias;  en general, las religiones no son apoyos de progreso social. Cuando estas sociedades son misóginas, las religiones no fomentan un cambio, no contradicen sus naturalezas. Sin embargo, la escritura que se desarrolla por la vertiente de la cultura griega sí supone un elemento de cambio, aunque volvamos siempre a ciertos textos. En occidente, ni siquiera concebimos que las sagradas escrituras sean tan sagradas; les tenemos un respeto imponente, pero no se nos ocurre cavar una tumba para enterrar la Torá, como haría un rabino, porque es la palabra de Dios y esta no se puede destruir; ni comprendemos que si se quita un verso del Corán en un periódico, este trozo en particular deba echarse en un surco de agua pura. Nuestra concepción de la escritura es más trivial, incluso de la escritura sagrada. El nacimiento de la escritura virtual y compartida prueba este hecho en la actualidad.

En su obra La política de las mujeres (1997) comenta: “todas las ordenaciones simbólicas del mundo se construyen con pares tensionales y que están en una especial relación”. Hélène Cixous también habla en La risa de la medusa sobre algunas relaciones jerárquicas de oposición en el lenguaje del tipo Inteligencia o espíritu/ Sensibilidad. ¿Qué puede contarnos sobre la división masculino/ femenino?

Esta es una dicotomía fundante de nuestra capacidad de percepción del mundo. La primera recolección de pares es la pitagórica, y a esto llamamos ontología, es decir, ejes por los que significamos el mundo. Lo curioso es que, al ordenar los pares (calor/ frío, par/ impar, noche/ luz, sólido/ húmedo, arriba/ abajo) vemos que lo masculino corresponde simbólicamente a lo cálido, lo impar, lo luminoso, lo sólido, lo superior; y lo femenino corresponde a lo frío, lo par, lo oscuro, lo líquido, lo inferior. Sobre lo que comentas de Hélène Cixous, aunque ella lo recoge en su obra, ya se sabe quién fundamentó estos pares antes; y casualmente, encarnaba el intelecto y el espíritu. La filosofía ha inventado ordenamientos para entender el mundo, y la fuerza del par es enorme. Hegel lo intenta con las tríadas; tratamos de desontologizar el mundo para significarlo mediante estructuras distintas, pero aún no nos ha sido posible. Lo que no puede ser es que el lenguaje connote con un sesgo sexista tan evidente. Si le quitas el peso simbólico al binomio varón/mujer, te quedarás con el verdadero significado de lo que somos.

En esa misma obra, argumenta que “las mujeres detentan menos del uno por ciento de los puestos de decisión política”, y que hasta el momento las mujeres que han ostentado el poder lo han hecho “con los tres votos clásicos: pobreza, castidad y obediencia”. ¿Cree que este mundo habría llegado a nuestras manos de otra forma si la mujer hubiese ostentado el poder de un modo más libre?

No ha ocurrido, y no hay manera de opinar sobre lo que no existe. El asunto es que realmente muchas mujeres tienen ambición de poder; y algunas tienen ambición y capacidad. Del mismo modo, hay hombres que han tenido ambición y capacidad, y otros que solo han tenido ambición y no han sido capaces. No hay ninguna razón para permanecer excluidas. A veces se da noticia en la prensa de diversidad en el poder, y luego en una fotografía que se adjunta esto se invalida, porque se ve que la gran mayoría de los miembros son hombres. Se trata de un discurso vacío que se contradice. Como dice Platón, “reyes siempre tenemos”. No deja nunca de haber política. El poder puede ser un factor terrible, es cierto, pero el discurso del antipoder es una tontería. Hay que tener poder; pero hay que administrarlo de una manera clara y decente, buscando el bien del conjunto social. Partimos de la herencia ilustrada que cree -y de momento parece tener razón- que el mundo es un lugar mejorable.

En su obra Feminismo en el mundo global (2008), declara: “El feminismo, que es en origen un democratismo, depende para alcanzar sus objetivos del afianzamiento de las democracias”. ¿Es el machismo una forma de tiranía?

Sí. El feminismo y el machismo son contrarios y no son contrarios. Me explico: el machismo es la actitud que juzga al colectivo completo de las mujeres a la baja, y le concede menos valor y menor capacidad en cualquier ámbito. Si alguien mantiene semejante actitud, intentará validarla, pero generará una relación violenta con la realidad que le toca. Hay quien dice con toda seriedad: “yo no soy machista ni feminista”. Esto es imposible. La persona que no es machista es feminista, porque el feminismo no se funda en otra cosa que en la no exclusión de las personas en función de su sexo. Y esta es una actitud democrática. Yo siempre digo que el machismo mata, empobrece y atonta. Mata; hay una tiranía y una gran frustración muy violenta en ocasiones. Si no fuera así, descendería la tasa de muertes por violencia machista. Empobrece; las sociedades donde triunfa el machismo no suelen ser avanzadas culturalmente. Y por supuesto, nos acaba atontando..

En esa misma obra, señala: “Las políticas feministas son lo último de lo que los gobiernos echan mano; y lo primero que retrocede cuando cambian”. ¿Es el futuro del feminismo sólido, o se presenta con fragilidad?

El futuro del feminismo depende del futuro de la democracia. Hace veinte o treinta años se creía que la democracia como posible forma de gobierno mundial era algo imparable. No hablo de democracia en el sentido de institución evitadora de conflictos como es Naciones Unidas, sino de una verdadera forma de gobierno global, que pueda tomar decisiones, implicarse, e interpretar problemas tan graves como el ecológico. Ahora ya no estamos tan convencidos de que la democracia global sea posible. Vemos muchas resistencias. Y el feminismo está totalmente ligado a la democracia.

Entrevista a la pensadora y referente feminista Amelia Valcárcel. 2013. El suplemento cultural El Perseguidor, de Diario de Avisos, 15 de diciembre de 2013.

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