Almario. La angustia revivida. Alejandro Coello Hernández

Publicada el 24 de julio de 2016 en el suplemento cultural El Perseguidor, de Diario de Avisos.

Je voudrais pas crever/ non monsieur non madame/

avant d’avoir tâté/ le goût qui me tourmente/

le goût qu’est le plus fort./ Je voudrais pas crever/

avant d’avoir gouté/ le saveur de la mort.

Boris Vian

Quizá, una de las angustias más dolorosas sea la de la recreación de lo vivido, la de revivir los recuerdos que aún atormentan en la memoria. Almario parece estar trazado por las líneas de esa angustia. Almario busca, en los entresijos de lo pasado, la reconstrucción de los sentimientos, de las sensaciones y de las experiencias para traerlas con nostalgia, y ya con la distancia del tiempo, al presente. El yo poético pretende desvelarnos el juego del amor y devolvernos esa angustia que siempre lo acompaña. Por eso, probablemente el título sea tan preciso: la voz lírica nos abre la puerta a los claroscursos de su alma, nos lleva de la mano a través de distintos pasajes, quizá distintos amores, pero, sobre todo, a través de la angustia revivida.

No obstante, es una suerte de poemario en que la angustia no sabe a dramatismo, a exacerbamiento o a hipérbole. Almario sabe a angustia contenida. Una angustia condensada en unos versos que son apenas «flor de pluma o ramillete con alas», como escribiera Calderón, y que van a dar al centro exacto del recuerdo. Escribe Covadonga García Fierro: «Aunque la almohada duela a ti/ aprenderé a despertar,/ a no buscar a mi lado/ tu respiración dormida». Como esta, todas las composiciones poéticas destilan una angustia que se expresa justo en el momento en que el dardo se clava en la palabra. Se respira aquí esa influencia del verso juanramoniano, tanto por su intelijencia como por su sensibilidad. Es esta una de las probidades del poemario, pues la expresión precisa y el tratamiento nostálgico y distanciado del sentimiento generan en el lector un mayor asombro.

En las diferentes lecturas de Almario, parece sonar con más fuerza la cotidianeidad de las emociones que se cruzan con los sentidos. La poeta es capaz de combinar lo sensitivo con lo sentido, como en estos versos: «llevo tu aroma en la ropa / y el frío de diciembre». Huele el sufrir, se palpan los sentimientos, se saborea el amor. Esos sentidos efímeros de los emociones los lleva Almario en su ropa, en sus hojas, en sus paisajes: «No subrayaré tu pérdida con agua y sal. / Me basta que vuelva a morderte la alegría». Así, en Almario los versos parecen ser el recorrido de la boca por el cuerpo desnudo del amante. Los versos son continuas caricias: «dibujo tu cuerpo en un trazo de mi caligrafía». Un logrado tono erótico en que lo sensitivo y lo vivido se mezclan con la plasticidad de las imágenes relacionadas con el mundo literario o con el paisaje, que palpita en los fondos marinos de este poemario. «El mar es el paraíso más antiguo/ donde queda suspendido el tiempo». Y tal vez sea en ese mar y en ese tiempo vividos en los que se alberga tanta angustia, tanto dolor, tanto amor que rememorar, donde Covadonga García Fierro enraiza el impulso de su creación poética.

Cuando se lee por primera vez este poemario, tan fugaz y permanente, el lector parece entender aquellos versos de Jorge Guillén: «¿Nada más esto? Sí, maravillas concretas». Estos versos son los que condensan la esencia de Almario, pues no es una obra de grandes aspiraciones metafísicas ni artificios literarios, sino que es todo lo que hay. Nada más esto. Almario es, por esa razón, sencillamente la apertura de un ‘lugar donde reside el alma’ del que brotan, como pompas de jabón, los recuerdos y las vivencias. La voz lírica, como Pandora, abre la caja de sus miedos y sus demonios, de sus dolores y sus anhelos, para albergar al final un atisbo de esperanza.

Almario es un suspiro de novedad que debemos alcanzar con los dientes, con las manos y con el corazón, porque «los poemas viven en el aire/ y en la obra criminal de la memoria». No podemos entonces dejar de aplaudir los logros de esta joven voz que ha irrumpido en el panorama poético nacional, de la mano de Ediciones La Palma (Madrid) y que, sin duda, ha llegado para quedarse.

Reseña publicada el 24 de julio de 2016 en el suplemento cultural El Perseguidor, de Diario de Avisos.