Macedonio Fernández y Ramón Gómez de la Serna: una singular concepción del humorismo
En ocasiones, en torno a los estudios literarios, surge la cuestión de hasta qué punto es preferible excluir los datos biográficos del autor de un determinado texto. Otras veces, sin embargo, acontecimientos concretos de la vida de los autores vierten luz sobre sus obras, y permiten que estas se comprendan mejor, o al menos, que el crítico extienda su mirada y la complete. Este será el caso que nos ocupe, dado que el vínculo literario que nace entre Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández se torna unión fraternal y comprensión mutua de sus obras, del pulso que late en ellas, tan difícil de asumir para la crítica y para muchos de los compañeros que rodearon a ambos.
Ramón Gómez de la Serna (1888, Madrid – 1963, Buenos Aires) se exilia voluntariamente a la capital argentina tras el estallido de la Guerra Civil en España (1936-1939). El vanguardismo de Gómez de la Serna estaba en disonancia con el realismo, en muchos casos social, que prevalecía durante las dos décadas posteriores a la Guerra Civil, tanto en España como en el resto del mundo occidental, debido al acaecimiento de la 2ª Guerra Mundial (1939-1945), que propiciaba también este tipo de escritura. Nunca desistió, empero, su personal visión de la creación y de la naturaleza misma del arte, como puede observarse en su obra ensayística y narrativa1. Esta concepción del hecho literario daría lugar a una de las creaciones más originales de la literatura hispánica, la Greguería, y al estilo conocido como ramonismo.
Macedonio Fernández (1874, Buenos Aires -1952, ídem), serio humorista, pensador metafísico y, por un tiempo, olvidado padre de la vanguardia argentina, participaba en cafés y tertulias en Buenos Aires, en las décadas de 1920 y 1930, desde que su amistad con Jorge Luis Borges se afianzara. A pesar de pertenecer, cronológicamente, al modernismo, se aparta del movimiento para producir una poesía de carácter intimista y de raigambre metafísica, características que también se hallan en sus reflexiones y en su obra narrativa. Su acercamiento a un grupo de escritores vanguardistas (entre ellos, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y el recién incorporado Ramón Gómez de la Serna) responde a una identificación mucho más estable con el vanguardismo argentino. Su vertiente metafísica y teórica se entrelaza con sucesos cotidianos, diálogos bromistas, recursos humorísticos y elementos del absurdo que desmontan toda argumentación objetiva.
La amistad entre Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández se inicia por correspondencia, hacia 1925, después de que Ramón leyera textos de Macedonio aparecidos en la revista Proa (en la cual ambos colaboraban), tal como señala en su “Retrato de Macedonio Fernández”, a modo de prólogo, en Papeles de Recienvenido. Continuación de la nada (2010: 7): “Cuando en la lejana España leí sus primeros párrafos indagué enseguida su dirección y le escribí cartas admirativas y estimuladoras”. A partir de entonces, la amistad entre Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández se documenta, por parte de Ramón, en cartas y dedicatorias, y en su apoyo a la publicación de Papeles de Recienvenido. Continuación de la Nada, con primera edición en 1944 (este sería uno de los cuatro libros publicados en vida por Macedonio Fernández), a la que en posteriores reediciones se agrega el “Retrato…” anteriormente
1 Nos referimos, sobre todo, al libro Lo cursi y otros ensayos (1943), y a las novelas El hombre perdido (1947) y El hombre de alambre (inconclusa debido a la muerte del autor), donde Gómez de la Serna nos ofrece, respectivamente, teoría y praxis de su singular estética.
mencionado, en el que Gómez de la Serna manifiesta (2010: 15): “Macedonio es el gran hijo primero del laberinto espiritual que se ha armado en América y hace metafísica sosteniéndola con arbotantes de humorismo, toda una nueva arquitectura de metafísica que, como se sabe, sólo es arquitectura hacia el cielo”. Por parte de Macedonio, la admiración que sentía por su amigo puede comprobarse en distintos textos, como el destacado “Bienvenida a Ramón”, donde escribe (1987: 157-8): “Ramón es el maestro único de la metáfora sin contexto”, “Ramón Gómez de la Serna: la mayor facultad poética que se ha dado”.
Para Ramón Gómez de la Serna, el vínculo literario con este grupo de escritores de la vanguardia argentina será uno de los acontecimientos más importantes. El propio Gómez de la Serna cita a diversos autores en sus memorias, entre ellos, Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández, aludiendo a ellos como “los que yo más quiero” (1998: 776). Por fin comprobará que su particular forma de hacer literatura se halla en un contexto de comunión, y sobre todo, de experimentación estética. Pero la amistad que desarrolla con Macedonio Fernández será especial; ambos coinciden en diversos aspectos al concebir el hecho literario, el humor y la vida. Cuando la crítica se pregunta qué es una greguería (un aforismo, un chiste…) y Ramón Gómez de la Serna se siente incomprendido, Macedonio Fernández demuestra que él sí ha aprehendido la esencia de la Greguería. Del mismo modo, cuando Macedonio Fernández es ignorado por “raro”, “estrafalario” o “descuidado”, Ramón Gómez de la Serna percibe la profundidad en la escritura de su amigo. Esta honda comprensión mutua entre “dos exiliados” –Ramón por su país y Macedonio por su entorno–, hará posible, como es natural, una influencia recíproca en el hacer literario de estos autores, que con el paso del tiempo y contra todo pronóstico en su época, se convertirán en dos figuras esenciales de las letras hispánicas: Ramón Gómez de la Serna es considerado hoy día, en palabras de Octavio Paz reproducidas por Ricardo Cardona (2001:44-5), “el gran escritor español: El Escritor (con mayúscula) o, mejor, la Escritura (con mayúscula) […]. Nunca fue más justo un elogio: hubo un momento en que la modernidad habló por la boca de Gómez de la Serna. […] ¿Cómo olvidarlo y cómo perdonar a los españoles e hispanoamericanos esa obtusa indiferencia ante su obra?”. Del mismo modo, como expone Nélida Salvador (1986: 9), “la figura de Macedonio Fernández ha alcanzado una extraordinaria notoriedad en los últimos años [a partir de la década de 1970] y es una verdadera revelación para las jóvenes promociones, que lo consideran un auténtico precursor de la ruptura vanguardista y de las novedades expresivas de la novela contemporánea”.
La conexión entre Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández, la profunda admiración que se profesaban, se debe, en parte, a que supieron comprenderse cuando nadie –o muy poca gente– sabía comprenderlos. Entre los diversos puntos en común destaca su particular concepción del humor. Aunque esta puede rastrearse en la obra ensayística y narrativa de Gómez de la Serna y de Macedonio Fernández, nosotros nos centraremos a continuación en el prólogo del primero a su Total de greguerías. En este texto, el escritor destaca la importancia de la metáfora y del humor, ingredientes que, sumados a la carga poética, dan como resultado la greguería (aunque como veremos, esta definición no satisface, ni siquiera, al propio Ramón). Cabe exponer determinados fragmentos del prólogo que ofrecen una esclarecedora explicación de la greguería, para mostrar la conexión existente entre el humor literario de Ramón Gómez de la Serna y el de Macedonio Fernández.
1. “Desde 1910 […] me dedico a la Greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución racional, la Greguería” (1962:21). En esta cita, cabe subrayar el carácter híbrido de la greguería, así como la “disolución racional” que comporta. El primer rasgo conecta con la esencia de las vanguardias en general, que buscan la experimentación y la novedad artísticas, empresa para la cual utilizan el recurso de la hibridez, la mezcla o la fusión. El segundo rasgo conecta con el surrealismo, como expresa el Primer Manifiesto Surrealista de 1925, proponiendo una libertad creativa que haga caso omiso a las trabas racionales, morales o estéticas.
2. “¿Que por qué se llaman Greguerías? Al encontrar el género me di cuenta de que había que buscar una palabra que no fuese reflexiva ni demasiado usada […], y al azar, que debe ser el bautizador de los grandes hallazgos, saqué una bola… Era Greguería […] (En los anteriores diccionarios significaba griterío de los cerditos cuando van detrás de su mamá). Lo que gritan los seres confusamente desde su inconsciencia, lo que gritan las cosas. Por lo menos no puede caber duda de que he bautizado un género con una palabra que estaba perdida en el diccionario, que no era nombre de nada y que ahora, al ser pronunciada […] hace que resulte aludido yo, que cambié su sentido, que la convertí en lo que no era” (1962: 22-3); “he logrado que suba el valor de las cosas, que sea señalado lo que las cosas significan en la acción y que sobre lo descriptivo triunfe lo psicológico de las cosas, que es tan importante como la psicología de los genes”, (1962: 59). En estas citas, debemos enfatizar tres aspectos: por un lado, Ramón Gómez de la Serna utiliza el azar, elemento lúdico empleado por los surrealistas, para dar nombre al género que funda, exaltando su función. En segundo lugar, el juego continúa al desafiar el significado tradicional o convencional de la palabra “greguería”, otorgándole uno nuevo. Por último, la alusión que realiza a la “inconsciencia” de los seres y a “lo que gritan las cosas” muestra, por una parte, su interés por el subconsciente; por otra, su particular mirada hacia lo inanimado, que será dotado de vida en las greguerías.
3. “La imagen es poco porque solo es la representación viva y eficaz de una cosa por medio del lenguaje. Entre los tropos, la metáfora es lo esencial, trasladando el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita. El que sea tácita la comparación la hace misteriosa, discreta, y la obliga a un quid que es lo importante de la metáfora. […] La metáfora es, después de todo, la expresión de la relatividad. El hombre moderno es más oscilante que el de ningún otro siglo, y por eso, más metafórico. Debe poner una cosa bajo la luz de otra. Lo ve todo reunido, yuxtapuesto, asociado” (1962: 26). En este fragmento, Ramón Gómez de la Serna realiza un breve pero significativo canto a la metáfora y a la mirada asociativa, características fundamentales del arte en el siglo XX, tan influido por el cine y la pulsión de las imágenes. Además, alude a la relatividad y a la “oscilación” del ser humano en esta época, sin duda, tiempo de utopías y conflictos por antonomasia.
4. “Todo el fondo pedagógico de los permisos retóricos contribuye a las greguerías, y si cito sus formas es para divertirme y para que se vea que los preceptistas no tuvieron más remedio que consentir muchas cosas” (1962: 32-3). Ramón Gómez de la Serna destapa aquí su vocación lúdica y experimental, haciendo referencia a las figuras retóricas y a los “preceptistas” con fina ironía, para mostrar su concepción más libre y lúdica de la lengua y del hecho literario.
5. “No [les] doy un aire más poético porque son solo fatales exclamaciones de las cosas y del alma al tropezar entre sí por pura casualidad” (1962: 31). Esta cita tiene suma importancia, pues en ella encontramos el verdadero sentido que tenía la Greguería para su creador. Lejos de ser un ejercicio meramente poético o humorístico, las greguerías son “exclamaciones de las cosas y del alma”, esto es, el resultado de una mirada atenta a la esencia de las cosas, de la vida, que trasciende lo cómico y se dota de profundidad. En efecto, el ramonismo se caracteriza por un posicionamiento ante las cosas como auténticas piedras filosofales2.
6. “¿Frase lapidaria? La Greguería no sale de debajo de ninguna lápida de tumba. ¿Adagio? ¿Paremia? ¡Pchs! ¡Pchs! Ni lo uno ni lo otro: adagio, porque los adagios son demasiado tristes y elegíacos, y paremia porque es cosa infecciosa. Ni debe haber en ella sentimentalismo rabilargo, ni cursilería rabicorta, ni descripcionismo. ¡Lejos de ser perogrullada o lugar común! […] Lo aforístico –se ha dicho– es un género que no encoge porque su brevedad no lo permite. No. Tampoco es aforística la Greguería; lo aforístico es enfático y dictaminador. No soy un aforista. ¿Se queda entonces en metáfora? Todo lo material y lo inmaterial pueden ser objeto de metáfora. Todas las palabras y frases mueren por su origen correcto y literal, no llegando a la gloria más que cuando son metáforas, porque las metáforas las hace abstractas y embalsamadas. La metáfora multiplica el mundo, no haciendo caso al retórico que prohíbe enlazar cosas solo porque él es impotente para lograrlo. Humorismo + metáfora = greguería […] Quiere decir mucho “greguería” porque no significa nada, porque por primera vez el título no prejuzga el género” (1962: 34-5); “¿Explicarlas? Amo la Greguería inexplicable” (1962: 52). Ramón Gómez de la Serna parece contradecirse cuando ofrece una fórmula para crear greguerías, y al mismo tiempo, rechaza todo intento de definición. No obstante, en esta contradicción continúa el juego literario; este devaneo por los posibles significados de la Greguería se produce para llegar a la no significación, a la nada, recurso que, por otra parte, también utiliza Macedonio Fernández.
7. “la nueva literatura es evasión, alegría pura entre las palabras y los conceptos más diversos, estar aquí y allá al mismo tiempo, desvariar con gracia” (1962: 35); “Dediquémonos a la diversión pura y diáfana, que defiende la vida y la aúpa. Todo mejora y se orienta gracias a la diversión. […] Y que los juguetes del mundo sean juguetes nuevos. Si el mundo no hubiera sido nuevo al principio, no hubiese podido comenzar. La entrada en nuevos tiempos exige nuevas formas, nuevas invenciones” (1962: 44); “La Greguería es lo único que no nos pone tristes, cabezones, pesarosos y tumefactos al escribirla, pues su autor juega mientras la compone […]. La Greguería es la amiga de lo nuevo” (1962: 50). Subraya Ramón Gómez de la Serna la importancia del humor, humor que, a su vez, se torna ruptura con la literatura anterior.
8. “La Greguería, aunque en eso esté precisamente su corrupción, debe recoger cosas muy loables, muy pasajeras, muy efímeras, porque la corrupción es humana, y el arte humano debe gozar y perfeccionarse y descansar en este corrompimiento. La Greguería es el género que se debe escribir en los bancos públicos, en las mesas de los cafés […] La Greguería es […] la pequeña urna cineraria que yo necesitaba para mis cenizas cotidianas” (1962: 49-50). Según el autor, la Greguería es un género apropiado para verter en él lo cotidiano. No obstante, lo cotidiano no es contemplado como algo carente de importancia, sino como algo “loable” a la par que “efímero”.
2 José Manuel González Álvarez, El vanguardismo de El rastro. El ramonismo como foco de influencia, disponible en: http://www.ramongomezdelaserna.net/Br5.elvanguardismo..(JMG).htm
9. “La Greguería es más de pescador que de cazador, de pescador hacia dentro, pues están en la mente, en la última rinconada de la mente, más que en la calle, por más que parezcan alguna vez callejeras” (1962: 71). La creación de Ramón Gómez de la Serna se instaura sobre todo en el interior, a partir de una mirada especial hacia lo externo, basada en dar vida a lo inanimado y en la asociación de ideas, sensaciones o realidades.
Recapitulando las citas de Ramón Gómez de la Serna y las ideas que el autor desarrolla en ellas, obtenemos las características de la Greguería: carácter híbrido, disolución racional, representación lúdica y experimental del lenguaje, asociaciones de imágenes y significados, metaforización, afán de renovación artística, atención filosófica de la realidad a través del “tropiezo azaroso” entre “exclamaciones de las cosas y del alma”, defensa del humor, rechazo al “prescripcionismo”, y por último, salvaguardia de lo cotidiano como escenario para la creación literaria. Todos estos rasgos de la Greguería están presentes también en la obra de Macedonio Fernández, caracterizada por la comicidad verbal, el efecto de sorpresa al realizar asociaciones semánticas, la animación de lo inanimado, y el planteamiento filosófico o metafísico de la realidad a través del humor y del absurdo. El modo de hacer literatura de Macedonio es un acto híbrido: está a caballo entre la creación y la teoría literaria; entre la filosofía o la metafísica y la ficción humorística; entre el absurdo y el compromiso vital.
Si analizamos el texto “Para una teoría de la humorística”, incluido por Macedonio Fernández en Papeles de Recienvenido. Continuación de la nada en 1944, encontramos las siguientes afirmaciones:
1. “[…] el tema (de psicología humana) que estudio son estos dos hechos: a) hay muchas personas que experimentan placer (emocional) cada vez que toman conocimiento de un acto, situación, aptitud o condición de placer o felicidad […]; b) cuando este placer (simpático) es motivado por un hecho no esperado o cuando se preveía, temía, lo contrario (un infortunio ajeno), ese placer va acompañado de risa […]. Cuando ello ocurre en hechos reales se le llama cómico; cuando se provoca la situación por signos verbales que alguien usa para crear en el oyente un hecho psicológico de creencia en lo absurdo, yo le llamaría chiste” (1990: 259). En esta cita Macedonio Fernández propone dos características esenciales de aquello que produce risa: por un lado, la risa viene en una situación favorable, de “felicidad” (más adelante en este mismo texto, toma como ejemplo el tropiezo de una persona que no sufre ningún daño). Si la circunstancia no es favorable, si hay infelicidad o daño, no se producirá la risa. Por otra parte, el acto de reír viene asociado a la sorpresa, a una asociación inesperada de elementos, ideas o realidades. Además, el autor aclara que “lo cómico” está en estrecha relación con la vida, mientras “el chiste” y “lo absurdo” se crean a través del lenguaje, en un estanco que se aleja de lo que ocurre en la realidad, pero que igualmente pueden estimular la risa en el receptor al llevar determinadas situaciones a su mente.
2. “El sentimiento de comicidad es así uno de los del orden de la simpatía, en muchos casos casi equivale a una manifestación de ternura, y por tanto es más que igualitario, es admirativo o por lo menos enteramente altruístico […]. Cómico es todo, y sólo, una percepción inesperada de felicidad ajena” (1990: 263). Como podemos comprobar, la risa es un fenómeno importante para Macedonio Fernández, que otorga al humorismo un papel fundamental en su obra. No es de extrañar que las greguerías impresionaran a Macedonio, que en una carta que le escribió a Ramón en 1938, le comenta: “Para mí la greguería no es chiste, es todo muy serio. Greguerías son sólo los afondos de la certera de lo irreal que juegan en cada párrafo suyo sin anuncio ni permiso por la metáfora” (1976: 65). La Greguería3 es cómica, según la definición de lo cómico que propone Macedonio Fernández. Con ello, la Greguería queda relacionada con la realidad, con las asociaciones sorpresivas “felices” o “favorables”, donde no hay daño, entre objetos o ideas. La psicología desempeña un papel importante para Macedonio, que es atraído por las asociaciones mentales que logra su admirado amigo. Pero también para Ramón es importante la psicología; recordemos que, en su caso, subraya su deseo por atender a “la psicología de las cosas”, y define la Greguería como un ejercicio interno, que además está relacionado con el subconsciente.
En otro orden de cosas, Macedonio muestra un interés especial por las novelas de la nebulosa de Ramón: “No es la greguería en general y el personaje a greguerías […] lo que hallo nuevo en ¡Rebeca!, sino la greguería de imposibles y de non-sensus, que no acompaña sino desautoriza al personaje novelar.” (1976: 59). Distintos autores han destacado ya los paralelismos entre las novelas de la nebulosa de Ramón y la narrativa de Macedonio; entre ellos, Rafael Cabañas Alamán, que apunta: “por tanto, [Macedonio] ya había leído ¡Rebeca! en 1938, novela cuya primera edición apareció en 1937. Museo de la Novela de la Eterna fue publicado por primera vez en 1967. El humor en ¡Rebeca! se centra más en la materia, mientras que el de Macedonio se desarrolla principalmente en torno a conceptos abstractos. Ambas novelas tienen de común denominador un humorismo ilógico y optimista que pretende dislocar los esquemas mentales del lector. En Museo de la Novela de la Eterna, Macedonio nos muestra un proyecto de novela con un entramado que se va tejiendo a base de concatenaciones sintácticas que conducen al absurdo. Hace uso de un humorismo intelectual de manera similar a Gómez de la Serna, y para ambos es importante crear un estado de felicidad en un lector que siente cierto mareo ante situaciones comprensibles4”.
La conclusión a la que llegamos al explorar la unión entre el escritor español y el argentino es la siguiente: la influencia de Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández fue mutua, aunque algunos críticos hayan enfatizado únicamente la influencia que Ramón ejerció en Macedonio, por haber publicado sus obras primero. “No publicado” no significa “no escrito”, y la estrecha relación entre Ramón y Macedonio, que se escribían y se leían, prueba que la influencia iba en ambos sentidos, aunque Ramón y Macedonio mantuvieran siempre un estilo propio. Emplean un humor extraordinariamente similar, con la utilización de la incongruencia, el uso de expresiones muy semejantes a greguerías, la presencia de personajes fantásticos “inexistentes” y el humorismo de la nada5, a lo que hay que sumar una yuxtaposición de imágenes o realidades, la ruptura lógica de tiempos y espacios en situaciones cotidianas, la animación de lo inanimado y la disolución de la tradicional estructura de los textos (Macedonio Fernández) o incluso, de los géneros ya creados (Ramón Gómez de la Serna). Lejos de realizar una contribución baladí a la literatura, las escrituras de Ramón Gómez de la Serna y Macedonio Fernández, a partir del humor, ofrecen un ejercicio de observación y análisis riguroso del mundo y de la condición humana.
3 Nos referimos a la greguería ramoniana, no a la greguería del absurdo que desarrollaron posteriormente los surrealistas.
4 Rafael Cabañas Alamán, Algunas notas sobre la influencia de Ramón Gómez de la Serna en Macedonio Fernández, disponible en: http://www.ramongomezdelaserna.net/Br3.RGSyMF(R.Caba%C3%B1as).htm
5 Rafael Cabañas Alamán, Algunas notas sobre la influencia de Ramón Gómez de la Serna en Macedonio Fernández, disponible en: http://www.ramongomezdelaserna.net/Br3.RGSyMF(R.Caba%C3%B1as).htm
Durante un tiempo se infravaloraron –incluso se despreciaron– las obras de estos escritores; afortunadamente, la amistad que mantuvieron desde que se conocieron y hasta la muerte de Macedonio Fernández sirvió como pilar para que estos artistas impulsaran sus obras, hermanadas por una sensibilidad difícil de desentrañar, y por una singular concepción del humorismo.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Borges, J. L. (1961). Macedonio Fernández. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas.
Fernández, M. (1966). Papeles de recienvenido: poemas, relatos, cuentos, miscelánea. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Fernández, M. (1976) Obras completas, Tomo II: Epistolario. Buenos Aires: Corregidor.
Fernández, M. (1987). Relato: cuentos, poemas y misceláneas. Buenos Aires: Corregidor.
Fernández, M. (1990). Obras completas, Tomo III: Teorías. Buenos Aires: Corregidor.
Fernández, M. (2010) Papeles de Recienvenido. Continuación de la nada. (Retrato de Ramón Gómez de la Serna, despedida de Jorge Luis Borges) Barcelona: Barataria.
Gómez de la Serna, R. (1962). Total de greguerías. (2ª ed.) Madrid: Aguilar.
Gómez de la Serna, R. (1998). Obras completas XX. Escritos autobiográficos, I. Automoribundia (1888-1948). Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Gómez de la Serna, R. (2001). Greguerías. (10ª ed., Edición de Rodolfo Cardona). Madrid: Cátedra.
Salvador, N. (1986). Macedonio Fernández. Precursor de la antinovela. Argentina: Plus Ultra.
Artículo “Macedonio Fernández y Ramón Gómez de la Serna: una singular concepción del humorismo” en revista Fogal, 1 (jun. 2014).
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