Reseña de Una gasa delante de mis ojos

La estela de un navío, por Covadonga García Fierro

La apasionante novela de Elsa López Una gasa delante de mis ojos (Ediciones Idea, 2011) se me antoja un ejercicio a medio camino entre la narrativa y la poesía; no solo porque en este valioso objeto la protagonista sea Alfonsina Storni, poeta central en las letras argentinas, o porque su vida y esta larga y profunda despedida, redactada en primera persona la noche de su suicidio, adhiera las escrituras de dos mujeres centrales en la literatura del ámbito hispánico.

Más que una biografía novelada, es un acto lírico y auténtico; una confesión que navega por las aguas del amor, la soledad, la enfermedad, el dolor y la muerte: “Así son los recuerdos. Se apagan y se encienden a un ritmo desconocido para mí. No hay espacios que no cubra el mortecino resplandor de sus destellos. Ya no quedan espacios sin alumbrar. No hay nada. Solo esa muerte de las cosas que me rodean y que se apagan con la misma lentitud con que a mí me llega el final”. En este abanico de palabras, Elsa López y Alfonsina Storni quedan identificadas en la herida, la lucha y el modo ardiente de concebir la vida que las caracteriza, con el paso firme de la mujer abriéndose camino.

En la poesía de Elsa López es el mar quien ocupa el centro, entrelazado al amor y a la soledad. El mar, ese infinito azul, gris y proceloso que ofrece la libertad más inmensa, a la vez que aprisiona los pies en tierra, sin poder salir. Igual que el amor, sentimiento que nos invade e impulsa y al mismo tiempo nos retiene y nos induce a la soledad, pues cuando cobijamos en el pecho esta emoción, tenemos la certeza de que nadie ama como nosotros lo hacemos. La desolación del mar es la misma que la del amor: “En un cajón de mi alma guardaba el dulce daño que iba creciendo dentro de mí como una enredadera”.  Pero el mar no solo cobra aquí este significado doble de libertad y abismo; también es el sendero que Alfonsina Storni cruza antes del presentimiento de la muerte. Cuando Alfonsina va de Argentina a Europa y vuelve, el mar es el viaje que permite cualquier rumbo, antes de tomar la decisión de morir. Y Alfonsina no toma una barca para cruzar la Laguna Estigia; se lanza al mar, a la bravura de las olas, a la aterciopelada espuma y a las caracolas, para no volver a respirar. La enfermedad aniquila sus ganas de vivir, que en ningún momento habían desaparecido, hasta la llegada del dolor y del miedo. Una gasa delante de sus ojos es el horizonte, inquietante e impasible. El suicidio es un acto de liberación; la decisión más dura de Alfonsina, pero también la única posible.

Es cierto que “un libro es pólvora, guillotina, ungüento y ventana”, ventana de anhelos que ofrece universos alternativos a esta realidad; y que “uno vuelve al pasado atraído por ese oscuro imán de la nostalgia y el morboso deseo de recuperarnos a nosotros mismos pese a que la memoria sea pálida y triste”. Alfonsina nos ofrece su desgarradora historia a través de esta ventana y de la voz de Elsa López, reforzando su belleza y llevando el amor hasta la última página, a pesar de la herida y del surco que arrastra, como un navío que olvida su estela.

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